"¿Cómo estás?"
Aquella pregunta por primera vez me sonaba lo más incómodo de contestar...
¿Cómo estás?... Uno simplemente podría mentir, fingir una sonrisa y convencer a todo el mundo de que es feliz. Pero en ese momento, tan frágil que un solo sonido podía quebrarlo como un jarrón de cristal, tan ineludible que solo intentar esquivarlo podría hacer que un puente colgante me lanzase al precipicio. No parecía posible engañar, ni con mi mejor careta de actor.
Una llamada inesperada, era el deseo que más anhelaba para poder huir; una persona externa, un terremoto, una alarma, ¡Lo que fuese para no contestar!.
Por fin desperté. Estaba solo. Nadie preguntó jamás, nadie de quien escapar. No había nadie de quien esconderse. Todo había llegado a su fin.
Fue el sueño más largo, hermoso y tempestuoso que haya tenido alguna vez. Un final esperado, calculado y sorpresivo.
Un reencuentro frío y nervioso. Dudo. Me acerco, me alejo, ¿me desvanezco o soy el centro?.
Dudo. La miro a los ojos, pero esquiva mi mirada. Busco su mano, pero esconde las suyas. Sus manos... tan suaves y hábiles, eran mías; y sus labios tan dulces y excepcionales; su cuerpo... tan perfecto, diseñado para mí... Su sonrisa, ¡todo!... todo lo dejé ir...
Ya no quiero más. No necesito más. Se acabó... Y el largo y tempestuoso, aunque tierno sueño, se lo lleva las arenas del tiempo; y un titiritero, joven verdugo y ambicioso pastor, espera por mi.